Eran alrededor de las dos de la tarde, un calor sofocante producto de un sol abrasador iluminaba la vieja bodega, los matorrales muertos de un color habano producían una sombra danzante sobre aquel muerto suelo, que se asemejaba a una pista de baile donde aquellas matas que sin vida se contoneaban, como al ritmo de un vals yendo y viniendo gracias al viento que aparecía y desaparecía por ráfagas.
En el interior de la bodega se deslumbra a lo lejos una mesa, en cada extremo una silueta masculina y un as de luz que se abre pasó por uno de los tantos huecos del viejo techo de la bodega, ilumina claramente el centro de aquel viejo y roído trozo de madera.
El único ruido palpable es un molesto chillido metálico, producto del movimiento de uno u otro viejo ventilador de la pared, que recobra vida cuando el viento lo golpea y por escasos segundos este mismo viento que se abre paso por los rotos causados gracias al abandono e implacable tiempo y clima, produce un grave zumbido que retumba en las paredes de la triste edificación.
Las siluetas se mueven y producen un leve murmullo como queriendo ocultar su conversación con aquel destemplante chillido metálico, con cada segundo el movimiento leve de un principio se convierte en un fuerte manoteo y de repente un manotazo en la mesa acompañado de una grito que vocifera la palabra MUERTE cortan y apabullan los chillidos y zumbidos que le daban ambiente a aquel tenebroso lugar.
Un ruido los asusta se levantan bruscamente las sillas caen y en ese mismo lapso de tiempo ambos personajes desenfundan sus armas, el sol se refleja en una de ellas dejando ver su calibre “9mm”. Una riza macabra se escucha y un segundo después la voz mas tétrica y macabra “como salida de ultra tumba” dice –solo fue una puta paloma.
Enfundan sus armas, cada uno sale por un lado diferente de la bodega procurando no darse la espalda, encienden sus vehículos y ambos desaparecen en direcciones diferentes, entre una tormenta de arena que nubla todo el horizonte.
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